Te habías olvido del Sida…La Epidemia No se termina

A pesar del optimismo de organizaciones internacionales y de personalidades comprometidas con el combate al virus de inmunodeficiencia humana (VIH), la enfermedad que ha matado a 35 millones de personas no será sometida en 2030.

Esa fecha había sido marcada por Naciones Unidas un par de años atrás. Pero el sida podría más bien resurgir con una fuerza inusitada.

Y no se trata de una predicción alarmista, para asustar a los lectores. Ya bastante tenemos con otros terrores. Un reciente estudio publicado por la revista médica británica The Lancet confirma que el número anual de contagios se ha mantenido casi constante desde 2005, mientras el financiamiento para controlar la epidemia ha caído.

Rezagos culturales, el peor enemigo

Según la mencionada investigación, en los últimos diez años las nuevas infecciones se movieron entre 2,5 y 2,6 millones de personas. Si bien en algunos países de África Subsahariana el VIH ha perdido terreno, en otros como Filipinas e Indonesia la prevalencia se ha disparado. La enfermedad se ha atrincherado en regiones donde la cultura predominante dinamita el éxito de la prevención y el tratamiento.

El peor caso es Sudáfrica. En esa nación la cifra anual de contagios supera el medio millón de personas. Desde el pedido de auxilio hecho por Nelson Mandela en 2000, Johannesburgo ha desplegado considerables recursos para detener la propagación del VIH, con el respaldo de organismos internacionales y donantes privados. Sin embargo, esos esfuerzos apenas han erosionado costumbres que incrementan el riesgo de contraer el virus.

Los llamados “blessers” han contribuido a la rápida expansión de la enfermedad. A cambio de un par de zapatos, un teléfono móvil, extensiones para el cabello o la invitación a un bar, estos cazadores obtienen los favores sexuales de jóvenes en aldeas pobres. Cuando la seducción material no funciona, la violencia sexual se impone.

En una sociedad machista como la sudafricana las mujeres tienen pocas herramientas para resistir este atentado a su integridad. Se estima que en Sudáfrica el 86 por ciento de las jóvenes sexualmente activas sufren violencia sexual de parte de sus parejas masculinas. Bajo esas condiciones no es extraño que en la provincia de KwaZulu-Natal, por ejemplo, más de la mitad de las mujeres entre 15 y 29 años sean seropositivas.

El rechazo a las personas infectadas con el VIH no solo golpea a los pacientes. Las campañas por extender el tratamiento preventivo mediante las pastillas PrEP (pre-exposure prophylaxis) chocan con el prejuicio contra quienes han contraído el virus. Muchos hombres sanos en Sudáfrica prefieren correr el riesgo de enfermarse antes que ser señalados como posibles seropositivos. Las mujeres pueden ser acusadas de prostitutas si aceptan las píldoras profilácticas.

Ese mismo estigma se suma a la homofobia en el caso de los hombres que tienen sexo con otros hombres. Declararse homosexual puede conducir a la prisión o la muerte en países africanos con elevadas tasas de contagio con VIH como Nigeria y Uganda.

El VIH resiste

Para colmo el virus ha empezado a desarrollar resistencia a las terapias antorretrovirales básicas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado que en algunos países del África Subsahariana estos cocteles de medicamentos han perdido hasta 40 por ciento de su efectividad. Una pésima noticia. El subcontinente había detenido la propagación desenfrenada de la enfermedad gracias a tres de esos tratamientos, cuyo costo anual por paciente apenas rondaba los 100 dólares.

Las terapias de tercera línea actuales exigen un desembolso en torno a los 1.859 dólares por persona cada año, según datos de Médicos sin fronteras. Ese elevado precio las coloca fuera del alcance de la abrumadora mayoría de los pacientes y el presupuesto de salud de las naciones en desarrollo. Si las combinaciones baratas de antirretrovirales pierden eficacia, de poco servirán los esfuerzos para elevar el número de seropositivos bajo tratamiento, que hoy no alcanza el 50 por ciento.

Superar este nuevo reto demanda un financiamiento creciente. La OMS había calculado que se necesitaban 36.000 millones de dólares anuales para detener la epidemia en 2030. La inestabilidad financiera en Europa y las medidas de austeridad aplicadas en varios estados del mundo desarrollado, además del exceso de optimismo, han provocado el descenso del apoyo financiero a la lucha contra el sida.

Un resurgimiento del VIH renovará incómodas cuestiones sobre las prioridades de nuestra civilización. Porque la mayoría de las víctimas del sida residen en África y entre ellas la peor parte la llevan las mujeres pobres. ¿Acaso no es una muestra de racismo invertir miles de millones de dólares en armamento inútil mientras seres humanos mueren por falta de financiamiento?

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