Los secretos amorosos de los sacerdotes, revelados

Cuando un cura peca, no siempre busca la redención en otro sacerdote. Hay veces que acude a un psicólogo. Uno como Paul Midden. Este profesional de la salud mental de Estados Unidos ha pasado buena parte de su vida laboral escuchando a religiosos que han faltado a una de sus promesas más básicas: el celibato. Ahora cuenta sus experiencias en un artículo publicado por la página web VOX.

En él, Midden desgrana la curiosa vida amorosa de los curas. Primero, la forma en la que anulan cualquier deseo sexual para poder cumplir su sueño, el entregarse por completo a la Iglesia. Y luego, como caen en la tentación de enamorarse no solo de Dios, sino de un hombre o de una mujer.

El psicólogo explica que en sus problemas psicológicos la culpa juega un papel fundamental. Los religiosos son personas que estén continuamente siendo observadas por su comunidad. Todos están pendientes en misa de sus reacciones, de sus palabras, de sus gestos. Por eso cuando se enamoran sienten que los demás les están observando y juzgando terriblemente. Interiorizan ese juicio que atribuyen a los demás y terminan odiándose.

Midden destaca la inocencia de los curas en estas situaciones. Por ejemplo, habla de casos como el del padre ‘D’ (jamás da un nombre). Este sacerdote no solo se enamoró de una mujer, sino que más tarde se enamoró de una segunda. Debido a su nula experiencia con las mujeres, pensó que lo más justo era hablarle de sus sentimientos a su primera novia, que entró en cólera.

El psicólogo explica el proceso de enamoramiento de estas personas no difiere en nada del del resto de los seres humanos. Según explica, el amor nace tras una relación personal en la que comparten un momento de intimidad con una feligresa o un feligrés. Pero no siempre hay sexo: muchas veces se conforman con abrazos y con confesar sus secretos más íntimos, y no necesitan or a la cama.

Pero que se respete el celibato en este tipo de enamoramientos es la excepción. Según asegura, los curas van progresivamente necesitando el contacto físico. “Muchas veces empieza con un inocente abrazo o con un beso, como ocurre con el resto de la gente”.

El principal problema psicológico de estos pacientes tan especiales deviene cuando llega el sexo. Es entonces cuando la culpa atenaza a muchos de ellos, que ven como su vida religiosa se desmorona. Y con ello, el principal soporte de su autoestima y de su psique.

Otro de los casos de los que Midden habla es el de Friar F., un sacerdote que contrataba frecuentemente prostitutas y que acudió a su consulta por graves problemas de ansiedad. El psicólogo trabajó con él sobre la forma en la que su hábito sexual estaba minando la percepción que tenía de sí mismo como buen cura. Su estado era tan grave que tenía que tomar potentes ansiolíticos. En la terapia, el psicólogo le hizo ver que la fuente de su infelicidad era la doble vida que estaba llevando, y que tendría que elegir una de ellas. Friar F decidió volver al celibato -Midden especifica que lo hizo con total libertad- y con ello su ansiedad se rebajó considerablemente.

En toda su trayectoria, Midden no ha visto ningún caso de pederastia. Para él, los curas que tienen este tipo de conductas no tienen nada que ver con los que se enamoran. Califica sus conductas de nauseabundas y delictivas.

Tras años de experiencia, el psicólogo considera que fin del celibato en la Iglesia Católica podría suponer una mejora ostensible en la calidad psicológica de la curia, pero también advierte que esa no es la única solución al problema, ya que en varias ocasiones la base está en una falta de conocimiento básico por parte de los sacerdotes de cómo se relacionan las personas y cuáles son sus necesidades emocionales. Si existiera un diálogo abierto sobre estos temas en el seno de la institución, la salud mental de sus miembros sería más fuerte.

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