El «mejor espía del mundo» que engañó a Hitler

Tras la guerra, el «espía más famoso del mundo» se ocultó en un pequeño de Venezuela. En ese país quizó quedarse hasta el final.

«Era un hombre culto, muy culto; respetuoso, servicial. Pero le digo más, era un buen vecino».

Quizá ninguna biografía escrita sobre Joan Pujol, cargadas todas de eventos fantásticos, pueda llegar a ese nivel de proximidad que tuvieron Luis Guillermo Gutiérrez y su esposa María Emma Upegi, quienes por más de 10 años fueron sus vecinos en una pequeña población del caluroso occidente venezolano.

Pujol hubiese podido ser cualquier cosa: Quiromante, vendedor o político. De haber optado la escritura, de seguro no le habrían faltado personajes así como tampoco le fue negada la vocación para interpretar. No en vano, el considerado «mejor espía del mundo», usaba como nombre clave, el apellido de una actriz de Hollywood: Garbo, como Greta.

Esa facilidad para crear o mentir dirían algunos, le permitió llegar inmune de sospechas al denominado ‘Día D‘, engañando al mismísimo Führer: Adolf Hitler con el desembarco de Normandía y a la -hasta entonces- infalible Abwehr, organización de inteligencia militar alemana.

Cada detalle de las acciones que le hicieron célebre, están perpetuadas en libros, películas y millones de páginas impresas. La experiencia del catalán como doble agente (inglés-alemán) se ha contado lo mismo que un largometraje de ficción.

Ingenio sin límites

Pujol, Garbo o Arabel, da lo mismo; convenció a los alemanes de que él, era el hombre mejor informado sobre los movimientos de las tropas aliadas en todo el viejo continente. Y con la elegancia de un prestidigitador, sacó del sombrero una imaginaria red de más de 20 informantes, ubicados falsamente en toda Europa, con la que llegó a tener a Hitler en sus manos.

Nigel West, seudónimo con el que Rupert William Simon Allason escribió al menos 26 libros sobre espionaje, entre ellos uno titulado ‘Garbo’; describió la capacidad de escritor que tenía Pujol para mantener los hilos de las historias que inventaba: «todo era manifestación de la imaginación de un sólo y extraordinario individuo. Todos sus personajes tenían sus problemas, problemas conyugales, con la novia, dificultades financieras. Todos vivían en diferentes lugares. Lugares que Garbo jamás había visitado».

Acabada la guerra, como un actor que se para a pies juntillas frente a la platea, bajó el telón de su vida: simuló su muerte y salió de escena.

Con la ayuda del servicio secreto inglés, el MI5, Pujol se mudó a Angola y con la teatralidad de la historia de Cleopatra, una serpiente daba final a su vida legal. Tras sus pasos: una esposa y tres hijos españoles, que se creyeron huérfanos por casi 3 décadas.

Corrían entonces los días del año 1.949.

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