El poder de la «diplomacia deportiva»

El gesto valiente de un deportista puede cambiar las relaciones diplomáticas entre dos países enemigos. Pero, ¿cómo un representante del mundo de los músculos y la agilidad puede emular la astucia de los embajadores? Donde mesas de negociaciones y emisarios oficiales fallan, la pasión común por los deportes destraba añejos conflictos.
Así ocurrió una vez entre China y Estados Unidos, cuando la famosa “diplomacia del ping-pong” acercó a ambas potencias en el clímax de la Guerra Fría. Así podría suceder en estos días también con Corea del Norte, si el viaje del baloncestista retirado Dennis Rodman trasciende el excentricismo de la estrella.
De la antigua Grecia a Beijing
El deporte ha rendido buenos servicios a la diplomacia durante siglos. Las olimpíadas en la Grecia antigua marcaban un período de tregua entre ciudades-estado que guerreaban con frecuencia. La idea de cambiar el campo de batalla por el terreno de juego ha alentado episodios tan conmovedores como la llamada Tregua de Navidad, cuando alemanes y británicos pactaron un partido de fútbol entre las trincheras de la Primera Guerra Mundial.
En la era moderna las olimpíadas se han transformado en el escenario predilecto de escaramuzas diplomáticas. Obtener la sede del mayor evento deportivo internacional permite a los países presentar al mundo su mejor imagen. Así ha ocurrido desde Berlín 1936, cuando Adolfo Hitler trató de mostrar la superioridad de los atletas germanos y aplacar las condenas por su política antisemita. La realización de los juegos estivales en Beijing, en 2008, y los próximos en Río de Janeiro, en 2016, significa para ambas naciones su entrada definitiva en el círculo de las grandes potencias.
En escenarios nacionales también el deporte ha contribuido a apaciguar tensiones. En 1995 el fallecido presidente sudafricano Nelson Mandela vistió el uniforme del equipo de rugby Springboks,durante la Copa Mundial de esa disciplina. Ese gesto y la entrega del trofeo al capitán François Pienaar impulsaron la reconciliación de blancos y negros.
La diplomacia del ping-pong
Según el exsecretario de Estado, Henry Kissinger, los chinos habían planeado el encuentro entre sus deportistas y el equipo de ping-pong de Estados Unidos, que asistían al Campeonato Mundial de ese deporte en Nagoya, Japón. Pero el hombre que protagonizó aquel inesperado intercambio, Zhuang Zedong, siempre negó esta teoría.
Todo ocurrió en abril de 1971. Al concluir un entrenamiento con el jugador chino Liang Geliang, el tenista estadounidense Glenn Cowan descubrió que había perdido su autobús. Entonces Zedong lo invitó a subir al ómnibus de la delegación del país asiático. La estrella del ping-pong chino vaciló en acercarse al norteamericano. La propaganda antiimperialista de Beijing y las instrucciones precisas de evitar el contacto con “el enemigo número uno” pesaban sobre su voluntad.
Sin embargo, Zedong decidió arriesgarse y regalar al inusual visitante una imagen impresa en seda de las montañas de Huagshan. “Este Zhuang Zedong no solo juega bien tenis, también es bueno en asuntos internacionales y tiene inteligencia para la política”, reconoció luego Mao Zedong, el líder del régimen comunista.
El gesto del tenista chino desembocó en la primera visita a China de una delegación estadounidense desde 1949. Meses después Kissinger viajó a Beijing en una misión secreta para acordar los términos de un encuentro de alto nivel. En febrero de 1972 el presidente Richard Nixon aterrizó en Beijing en una histórica visita oficial. “La semana que cambió el mundo”, describió luego el mandatario, que se había propuesto romper el aislamiento chino desde antes de su elección en 1968.
Obnubilados por la extravagancia de Dennis Rodman, ¿estaremos perdiendo el inicio de negociaciones que desactivarán finalmente el conflicto nuclear entre las Coreas? ¿Qué maniobras preparan, “desde las gradas”, los diplomáticos de ambas naciones, mientras seguimos absortos el juego y escuchamos el ruido de la prensa?
El difícil enceste de Rodman
Dennis Rodman, el astro de los equipos Detroit Pistons y Chicago Bulls, mantuvo bien ocupados a los cronistas deportivos y analistas políticos en 2013 con sus tres visitas a Corea del Norte. El basquetbolista retirado ha catalogado sus viajes como “diplomacia del baloncesto”, en referencia directa a la “diplomacia del ping-pong”.
El pasado 6 de enero Rodman regresó a Pyongyang con un equipo de veteranos de la NBA, para celebrar un partido de baloncesto con jugadores locales y festejar el cumpleaños de Kim Jong-un, el último vástago de la dinastía que ha regido a ese país comunista desde el pasado siglo. La nueva visita ha exasperado a más de uno en Estados Unidos.
Eliot Engel, representante demócrata por New York, criticó al deportista por ignorar el sufrimiento en ese “estado gulag”. A juicio del político, el espectáculo de Rodman equivale a “invitar a Adolfo Hitler a almorzar”, reportó The Washington Post. “Pienso que es un idiota”, espetó el senador republicano John McCain.
La Casa Blanca tampoco ha dado crédito a la empresa. “Se trata de un viaje privado”, afirmó Jay Carney, vocero de la presidencia, quien recordó la importancia de los intercambios deportivos, aunque este no fuese el caso. En marzo pasado John Kerry también desautorizó al baloncestista como mediador para aliviar las tensiones en la península coreana. “Fue un gran jugador de basquetbol, eso es todo”, dijo el secretario de Estado.
Después de cantar «Happy Birthday» a su amigo coreano, Rodman mostró que a sus 52 años aún puede jugar baloncesto. Pero quizás este viaje haya sido el último de su proyecto diplomático. Unas torpes declaraciones a la CNN sobre el ciudadano estadounidense Kenneth Bae –condenado a 15 años de trabajos forzados por Pyongyang– y la presión en Estados Unidos, han comenzado a desvanecer sus ilusiones. El deportista se disculpó luego por sus palabras groseras y afirmó que había bebido antes de ofrecer la entrevista a Chris Cuomo.
A pesar de todo, algunos analistas confían en que la aventura de la vieja estrella de la NBA podría tener consecuencias positivas. “Si el viaje de Rodman abre un poco la mente de al menos un miembro de la elite de Corea del Norte, ¿no sería algo positivo?”, preguntó el periodista Peter Grier, en The Christian Science Monitor.
Al concluir el primer viaje de Rodman, el propio Kim sugirió que esas visitas podrían acercar a ambos países, aunque durante el resto del año Pyongyang no abandonó su retórica belicista contra Washington y Seúl. En rigor, pocos en Estados Unidos conocen cuáles son las motivaciones del joven gobernante norcoreano.
“Cada vez que Rodman se encuentra con Kim, añadimos más información a la poca que tenemos sobre él”, señaló Victor Cha, profesor de la Universidad Georgetown, en Washington. “La grabación de su primer viaje a Corea del Norte es quizás el único video en vivo que hemos visto de Kim, fuera de un evento preparado por la propaganda oficial”, dijo el académico a la CNN.
Rodman ha descartado cualquier intención de aleccionar al líder norcoreano sobre las violaciones a los derechos humanos u otro tema político. “Para mí es un buen tipo”, ha repetido.